1. LA SANTIDAD DE CRISTO

Extraído de: Mateo Seco, Lucas F. y Domingo, Francisco. Cristología. Instituto Superior de Ciencias Religiosas. Universidad de Navarra, 2004.

2. Cristo, ungido por el Espíritu

Adoración del niño (Filippo Lippi)La relaciones entre Cristo y el Espíritu son estrechas y múltiples. Por una parte, el Espíritu procede del Verbo. De ahí que, diciéndolo con una palabras de Santo Tomás, el Verbo es Verbum spirans amorem, el Verbo es la Palabra que espira el Amor. Por otra parte, Jesús es el Ungido por el Espíritu, es el portador del Espíritu, es El que dona al Espíritu. La misión del Hijo y del Espíritu están tan unidas que el Catecismo de la Iglesia Católica, la llama la misión conjunta del Hijo y del Espíritu. La misión del Espíritu no tiene otro fin que el de dar a conocer a Cristo, hacer participar a los hombres en la vida de Cristo, hacernos hijos de Dios en el Hijo. Finalmente, no es posible acceder a Cristo, sino en el Espíritu: Ninguno puede decir Jesús es el Señor sino bajo la acción del Espíritu Santo (1 Co 12, 3). Y es que es propio del Espíritu Santo ser el lugar personal donde se hace posible el encuentro con Cristo.

Cristo es el ungido. Desde su concepción Jesús es ungido por el Espíritu. Pero en el Bautismo esta unción se manifiesta con realidad más explícita: Jesús es constituido Hijo de Dios por nosotros y por nuestra salvación: Vosotros conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo; porque Dios estaba con Él (Hech 10, 37-38).

Toda acción de Jesús no será otra cosa que una actualización de la fuerza del Espíritu que le conducirá casi de la mano a realizar la obra de salvación: El Espíritu conduce a Jesús al desierto (cf. Mt 4, 1-11); el Espíritu Santo se manifiesta en la vida de Jesús como fuerza de liberación: Jesús, impulsado por el Espíritu se volvió a Galilea (Lc 4 18-21). A Él, Dios no le dio el espíritu con medida (Jn 3, 34);

Cristo inaugura el anuncio de la Buena Nueva apelando a esta unción, haciendo suyo un célebre pasaje de Isaías. Tiene lugar en la sinagoga de Nazaret, en una escena de gran solemnidad:

"El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido. Me ha enviado a anunciar a los pobres la Buena Nueva, a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor. Y enrollando el libro, se lo devolvió al servidor y se sentó. Los ojos de cuantos había en la sinagoga estaban fijos en El. Comenzó a decirles: Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír" (Lc 4, 18-19; cf. Is 61, 1-2).

La íntima relación existente entre Jesús y el Espíritu se manifiesta en forma especial fuerte en su oración. La oración de Jesús, su Abbá, en la que se revela con fuerza inigualable la vivencia de su filiación divina. Así se ve en una oración de Jesús que nos recoge San Lucas y que es un auténtico himno de júbilo. La oración es introducida por San Lucas con unas palabras que indican que Jesús ora poseído por el Espíritu Santo (Lc 10, 21):

“En aquella hora se sintió inundado de gozo en el Espíritu Santo y dijo: Yo te alabo, Padre, Señor de cielo y tierra, porqure has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes y las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo, sino sólo el Padre, y quién es el Padre, sino el Hijo y aquél a quien el Hijo quiera revelárselo” (Lc 10, 21-24).

La unción de Cristo por el Espíritu significa que ambos son inseparables: Cristo es el ungido y, a su vez, el Espíritu es Espíritu de Cristo. Por la unción se significa que el Espíritu está unido íntimamente a Cristo. Es un pensamiento frecuente en los Padres griegos. Baste citar este argumento de Gregorio de Nisa *.

Comentando la Anunciación, escribe el Catecismo de la Iglesia Católica: "El Espíritu Santo fue enviado para santificar el seno de la Virgen María y fecundarla por obra divina, él que es "el Señor que da la vida", haciendo que ella conciba al Hijo eterno del Padre en una humanidad tomada de la suya. "El Hijo único del Padre, al ser concebido como hombre en el seno de la Virgen María es "Cristo", es decir, el ungido por el Espíritu Santo (Cf Mt 1, 20; Lc 1, 35), desde el principio de su existencia humana (...) toda la vida de Jesucristo manifestará "cómo Dios le ungió con el Espíritu Santo y con poder (Hech 10, 38)" **.



* "La noción de la unción sugiere (...) que no hay ninguna distancia entre el Hijo y el Espíritu. En efecto, de la misma manera que entre la superficie del cuerpo y la unción del aceite ni la razón ni los sentidos conocen ningún intermediario, así es inmediato el contacto del Hijo con el Espíritu (...) de tal modo que quien va a tener contacto con el Hijo por la fe tiene que tener antes contacto necesariamente con el óleo. En efecto, no hay parte alguna que esté desnuda del Espíritu Santo. Por eso es por lo que la confesión del Señorío del Hijo se hace en el Espíritu Santo por aquellos que la aceptan, viniendo el Espíritu desde todas partes delante de los que se acercan por la fe (San Gregorio de Nisa, De Spiritu Sancto, 3, 1)
** CEC nn. 485-486.