"Y entrados, subieron al aposento alto, donde moraban Pedro y Jacobo, Juan, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Jacobo hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas hermano de Jacobo", (Hch 1,13).
No tiene ningún mérito por mi parte, pero me siento orgulloso de ser primo de Jesús y de que Maria sea mi tía, lejana, pero mi tía. Somos de la misma familia. Dios todopoderoso eligió mi familia para encarnarse. ¡Qué regalo tan grande! No puedo decir qué responsabilidad, porque he aprendido con el tiempo que es Dios quien hace todo. Yo no me preocupo ya. Bueno, eso me gustaría. Digamos que no me preocupo tanto como antes.
He descubierto que Dios me quiere feliz y que si Dios quiere, todo saldrá bien. Se podría decir que este es mi lema episcopal. He sido el primer obispo de Jerusalén. Si Dios quiere. Es todo un programa. También cuando intento que mi fe no esté muerta y se manifieste en las obras. Si Dios quiere. Porque a mí se me ocurren miles de cosas buenas para hacer. Si Dios quiere, porque termino por no hacer la mitad. Es que sin él, solo recojo cansancio, agotamiento y falta de ilusión. Si Dios quiere las cosas saldrán a su tiempo. Escribí una carta a todos los cristianos para contarles alguna cosa de las que había escuchado a Jesús. Algunas de las cosas que no he olvidado, que se me han quedado tan grabadas en el corazón que cuando las pienso o las digo me parece que le estoy viendo a él. Si Dios quiere, entonces yo también lo quiero. Si Dios quiere, la vida es maravillosa y no me importa lo que pase. Si Dios quiere, él hará eficaces mis pobres esfuerzos como le dé la gana. No tengo que decirle a Dios cómo tienen que salir las cosas. No quiero ponerle condiciones porque su modo de llevar a cabo la Redención es mucho más rápido, bonito y apasionante.
"Si Dios quiere" es una frase que me ayuda a comprender por qué mi fe tiene que manifestarse en mis obras. Por qué mi fe no son palabras bonitas, no son solo pensamientos o algo interno. Me transforma porque me hace feliz en medio de mis luchas, debilidades y dudas. Me lleva a no quedarme de brazos cruzados esperando que las cosas sucedan. Me empuja a buscar el rostro de Dios escondido en los demás. Sobre todo me estimula para encontrar los regalos que Dios me hace a cada instante y que me suelen pasar desapercibidos. Qué desagradecido he sido durante muchos años. Ahora procuro no dejar pasar la menor ocasión de mostrarle a Dios lo feliz que soy con él. Él sí que manifiesta con obras su amor. Él es el que no para de mostrarse en mil detalles. Yo estaba ciego. Solo pensaba en lo que yo quería. Hasta que descubrí este secreto: si Dios quiere.
En los evangelios no se dice nada de mí. Solo que soy el número nueve de los apóstoles. Es suficiente y a mí me encanta porque siempre me ha gustado la discreción. No se dice nada pero ya os imagináis que yo no paraba, siendo una persona tan inquieta. Muchas veces Jesús tenía que pararme y decirme que que lo importante era lo que su Padre hacía. Yo ponía siempre cara de asombro porque era algo imposible de comprender para mí. Sin embargo, su paciencia y su ayuda, me hicieron descubrirlo al final. Ahora soy capaz de entender que su gracia es la que hace todo y por eso me dejo ayudar. Dios no me pide que me quede parado. Solo me ayuda a que me deje querer incondicionalmente, no por lo que hago. Yo, con su ayuda, trato de corresponder, pero su Amor no se basa en mis resultados.
Mi madre estuvo en la Cruz, donde yo no tuve fuerzas ni valentía. Después de todas las promesas hechas a Jesús... no fui capaz. Eso me sirve para recordar y convencerme de que él me quiere y me lo perdona todo. Mi madre me lo recuerda. Ella estaba sufriendo mucho aquel viernes porque no habíamos sido capaces de acompañarle pero Jesús le dijo que seríamos fieles y que nos convertiríamos en columnas de la Iglesia. Ella me lo repite en cuanto nota, me conoce genial, que me estoy preocupando un poco. Mi hermano es Judas, no el Iscariote. Yo soy Santiago, no el Mayor. Mi madre es Maria, no la Magdalena y mi padre es Cleofás, el verdadero Cleofás. Tuvo la suerte de marcharse a Emaús el domingo. Yo creo que lo hizo para no dar la razón a mi madre, pero Jesús se sirvió de eso para demostrar que ha elegido a mi familia, que no nos va a dejar, que nos quiere muy cerquita y que nos necesitamos unos a otros.