http://www.arguments.es/wp-content/uploads/lachispa/2016/09/Aquello-que-sembró-1-2-e1475224151279.jpg" rel="attachment wp-att-799"> Es maravilloso lo que es capaz de hacer un hombre cuando se le enciende la sangre. -Charles Dickens- Enhamed Enhamed nació en Las Palmas de Gran Canaria el 11 de septiembre de 1987, y se quedó ciego a los 8 debido a un desprendimiento de retina, pero la ceguera solo le ganó a Enhamed esa batalla. Él decidió que su discapacidad no lo limitaría y se ha convertido en el nadador paralímpico con más medallas, nada menos que 37. Ahora, retirado, se dedica a ser entrenador y ha escrito un libro: Ironmind. He aquí algunas de sus ideas:
No sé si, en un 80, 90 o 99%, la clave de nuestra vida está en nuestra mente: todo depende. Si nos dejamos envolver por el egoísmo, nos arruinaremos, porque el egoísmo es algo antivital. La generosidad, por el contrario, enriquece y vitaliza. Lo diré con palabras de Felipe Brooks: Nadie logra la verdadera grandeza, si no está más o menos convencido de que su vida pertenece a la humanidad, y que lo que Dios le da se lo da para sus semejantes. Voy a afirmar, basado en la experiencia, algo que puede parecer sorprendente: la felicidad es cuestión de costumbre. La costumbre de pensar y obrar, de hablar y sentir de determinada manera nos lleva a ser así, porque el espíritu tiene sus leyes que siguen su camino adelante, en busca siempre de mayores profundidades. Y es que la costumbre de hacer el bien en todos los terrenos de la personalidad, produce necesariamente la costumbre de paladear ese bien. Y eso nos hace felices y eficaces. No podemos dejar que el pensamiento o el afecto, la palabra o la acción, vayan por sus cauces antojadizos; porque habremos de cargar entonces con las consecuencias de lo que hemos producido nosotros mismos. Si fomentamos lo malo, tendremos lo malo. Si, como Enhamed, pensamos que a los 8 años “gané” la ceguera, viviremos abriendo puertas a la alegría constructiva a pesar de los “peros” de la vida. Y es que, desde que el mundo es mundo, el hombre, antes o después, no ha recogido nunca más que aquello que sembró.