Extraído de: Mateo Seco, Lucas F. y Domingo, Francisco. Cristología. Instituto Superior de Ciencias Religiosas. Universidad de Navarra, 2004.
- Inicio
- 1. Infancia y vida oculta de Jesús
- 2. La vida pública de Jesús
- 3. La muerte de Jesús
- 4. La muerte de Jesús
- 5. La pasión y muerte de Cristo
como oblación sacrificial - 6. La eficacia de la muerte de
Cristo
4. Causas de la Pasión y muerte del Señor

Entre estas causas hay que enumerar, sin duda, en primer lugar al Padre y a Jesucristo; después a quienes fueron ejecutores libres y responsables de ella: a los gentiles y a los judíos.
a) El Padre:
Ya se ha insinuado esta cuestión al subrayar que la Pasión es, antes que nada, iniciativa del Padre. Es Yahvé quien carga sobre el Siervo las iniquidades de todos nosotros (cf. Is 53, 6); es el Padre el que envía al Hijo al mundo, para que el mundo sea salvo por El (Jn 3, 17). Al hablar de su Pasión, El Señor se remite constantemente al cumplimiento de la voluntad del Padre que le ha enviado (cf. Jn 12, 44 ss). Si Dios está con nosotros —escribe S. Pablo—, ¿quién contra nosotros? El que no perdonó a su propio Hijo, antes lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos ha de dar con El todas las cosas? (Rm 8, 23).
De ahí que a la hora de hablar de los agentes de la Pasión se diga que el Padre entregó a Cristo a su Pasión conforme a Rm 8, 32: no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por nosotros. Santo Tomás sintetiza esta "entrega" hecha por el Padre en tres aspectos: 1) preordenando la liberación del género humano mediante la Pasión de Cristo; 2) infundiéndole un amor capaz de hacerle aceptar la cruz; 3) no protegiéndole de sus perseguidores*. Los tres aspectos están concatenados y, en cierto sentido, son inseparables. El aspecto segundo es de una gran importancia: pues incluso el amor y la libertad con que Cristo acepta la cruz son don de Dios a la humanidad de Cristo y proceden de la caridad infundida en su Corazón por el Espíritu Santo.
b) El mismo Jesucristo:
Es claro que el Señor entrega su vida libremente, "padeciendo por caridad y obediencia" Se trata de una auténtica "entrega: la fidelidad con que cumple la misión confiada por el Padre es causa de que Jesús sea matado. Pero, además, Cristo es dueño de la vida y de la muerte: su cuerpo y su alma son cuerpo y alma de Dios. La gravedad metafísica que conlleva el dejar de ser hombre y la pasividad esencial a la muerte, se encuentra acompañada por un especial señorío sobre la propia vida corporal.
Esta ha sido convicción constante de los teólogos al leer con profundidad la conocida frase de Nuestro Señor con respecto a su muerte: El Padre me ama, porque yo doy mi vida y la tomo de nuevo. Nadie me la quita, sino que yo la doy por mí mismo. Tengo el poder de darla y el poder de volverla a tomar. Tal es el mandato que recibí de mi Padre" (Jn 10, 17-18). Jesucristo, con propia potestad entrega la vida en ofrenda especialmente voluntaria. "No se gloríen los judíos —escribe S. Agustín—, como si hubiesen triunfado; El mismo entregó su alma"**. Aún sumergido como perfecto hombre en el fluir de la historia, entregado en manos de los judios, Jesús conserva pleno señorío sobre su vida corporal.
c) Judas, los judíos y los gentiles:
El verbo "entregar" se aplica numerosas veces en el evangelio a la acción de Judas. A veces se traduce por traicionar, porque la entrega fue con alevosía; y se llama a Judas "el traidor" (cf. Mt 10, 4; 26, 25. 48; Mc 14, 44; Lc 6, 16; Jn 18, 2. 5). Es uno de los Doce, que ha visto los milagros y las enseñanzas del Señor. Recibió el poder de anunciar el evangelio (cf. Mt 10, 1-4), pero más tarde, Satanás entró en su corazón, y le inspiró el propósito de entregar a Jesús (Lc 22, 3).
También los evangelios señalan la causalidad verdadera en la muerte de Jesús tanto de los judíos, como de Pilato y los soldados (cf. Mt 21, 32; Jn 15,22-24). El Señor aparece vencido por sus enemigos, que, al pie de la cruz, interpretan la derrota de Jesús en el sentido de que Dios lo ha abandonado (cf. Mt 27, 39-44 y paral). La ironía y la burla cubren de "improperio a Cristo" (cf. Hb 13, 13; 11, 26). Los arquitectos de Israel le rechazan a El como piedra inservible para la construcción (Mt 21, 42; Mc 12, 10; Lc 20, 17). Se trata de una hora en que se manifiesta en todas sus fuerzas el poder de las tinieblas (cf. Lc 22, 53). Esta hora del "poder de las tinieblas" es, al mismo tiempo, la hora de la suprema misericordia de Dios que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por nosotros (Rm 8, 32).
d) Los agentes “ocultos”:
Los evangelistas mencionan a Satanás como el que está detrás de la traición de Judas (Cf Jn 13, 2. 26-30). En la derrota de Jesús se manfiesta "el poder de las tinieblas" (Lc 22, 53).
También es necesario considerar como agentes de la Pasión y Muerte del Señor los pecados de todos los hombres, pues esa es la razón por la que el Padre entrega al Hijo; y el Hijo derrama su sangre para la remisión de los pecados (cf. Mt 26, 28).