
Ya continúa su viaje la pareja rodeando el lado oeste de lago de Galilea, siempre hacia el sur. José intenta evitar a María los caminos que atraviesen ciudades paganas. No quiere que se oiga el nombre de los ídolos, o tal vez ver conductas ordinarias y molestas.
Las gentes son ajenas al prodigio escondido de aquella pareja. Pero tanto ellos como el Niño en el vientre no son indiferentes al sufrimiento y al pesar ajeno. Y de su exigua faltriquera, José ha sacado alguna moneda de cobre para los mendigos que merodean los caminos.
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