"El arte sacro es un servicio, un puente entre los hombres y Dios", Nacho Valdés

18/11/2020 | Por Arguments

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¿Quién es Nacho Valdés?

Nacho Valdés, gaditano, estudió en la facultad de Bellas Artes Santa Isabel de Hungría de Sevilla y en la Winchester School of Fine Art. Durante los primeros años su obra se centra en los paisajes y retrato, y un día le encargan pintar un altar, y adapta su estilo personal a lo sacro: no quiere ser un copista. En la actualidad hace compatible su estudio de pintura en Sevilla con la educación, es Director Artístico y profesor de Pintura en la Sacred Art School en Florencia. De nuevo, Miriam Lafuente tiene la oportunidad de entrevistarle acerca del arte, de su trabajo, su trayectoria y sus obras.

Primero pintaba paisaje y retratos...

Los artistas, antes de ser artistas, somos observadores de la realidad que nos rodea, por eso me parece que no es posible ser artista si uno no es observador, si no se conmueve con la realidad. Un tópico que viene del Romanticismo define la imagen del artista como un soñador, uno que anda siempre en las nubes, pero puedo decir por mi experiencia que en general los artistas son las personas más pegadas a la realidad que existen, para bien o para mal. Lo mejor, aunque a veces es lo peor, es que esa observación no se limita a lo externo de la realidad, sino que alcanza a la parte de la realidad que nos resulta invisible. Un ejemplo: un pintor cuando hace un retrato no sólo se limita a las formas, los colores, los tonos, sino que intenta reflejar la psique del personaje y en un grado superior el alma de esa persona. No es algo que lo haga de un modo racional, sino que pertenece al campo de la intuición. Si tienes un amigo artista, te darás cuenta de que es un “psicólogo” y de que es capaz de calar a una persona en poco espacio de tiempo. Eso es un don que mal utilizado puede ser terrible. Cuando terminé la carrera de Bellas Artes en Sevilla, seguí haciendo lo que ya hacía durante la carrera, pintar. No es que me propusiera: “ahora que acabo de terminar me voy a convertir en pintor”. Fue algo que ni siquiera me planteé, vino como algo muy natural. Me interesaba sobre todo dos temas: el paisaje y el retrato. Son diametralmente opuestos, porque el paisaje te permite una libertad que el retrato no te da. Aunque un retrato parezca muy suelto, requiere siempre el parecido a la persona y eso a veces fatiga mucho, así que iba alternando la libertad del paisaje con la concentración del retrato.

Un día te encargan pintar un retablo y descubres el arte sacro...

Cuando llevaba unos tres años viviendo de la pintura, un amigo me pidió que le pintase una Anunciación para una capilla privada, y me puso en un enorme aprieto: lo primero que se me ocurrió fue hacer una copia del cuadro de Leonardo da Vinci, después pensé que no me gustaría ser un copista: aunque suene pretencioso: ¿Por qué Leonardo podía inventarse su propia Anunciación y yo no?

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"Anunciación" de Leonardo Da Vinci.

En realidad, la pintura desde Altamira siempre ha sido sacra, siempre ha servido a la religión, pero empezó a llamarse sacra para distinguirla de aquella que no lo era. Leonardo partía con la ventaja del contexto histórico, donde existían escuelas y movimientos artísticos que habían ido evolucionando con el tiempo, y en la que ninguno se planteaba crear una cosa de la nada, como precisamente le ocurre a un pintor actualmente.

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Imagen de las pinturas de Altamira.

Benedicto XVI, en su libro “Introducción al espíritu de la Liturgia”, hace un repaso de la historia del arte sacro y concluye con una pregunta abierta: ¿Qué se está haciendo y qué podemos hacer en la actualidad con las imágenes en un espacio litúrgico? Una solución es hacer copias, dice el Papa, y así, asegurarse una calidad ya probada. Otra opción sería adaptar el estilo personal del artista a un tema sacro: a veces no resulta conveniente esto, porque el resultado no es apropiado (Botero es un artista con una gran personalidad, pero cuando realiza una Anunciación, quizá sea difícil que el pueblo fiel la acepte); otra vía es por la que optan en muchas iglesias: no poner nada, cero imágenes, pero la ausencia de imágenes no es una opción cristiana.  Y lo último que propone el Papa es: ¿no podríamos crear un nuevo lenguaje que hable al hombre contemporáneo? Nuevas obras de arte que expresen la belleza y el misterio de la Trascendencia.

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Retablo de tres piezas de Nacho Valdés.

¿Para pintar arte sacro hay que tener fe?

Eso creo que es elemental. La pintura es transparente, el artista se desnuda de alguna manera en su obra y el espectador se percata enseguida, aunque no entienda nada de arte. Si no tienes fe, esa ausencia se transmite en tu obra. Otra cosa es que seas un pecador, incluso un pecador empedernido; pero sin fe yo creo que no es posible. Una vez vino a mi escuela el filósofo francés Fabrice Hadjadj y tuvimos una tertulia con los alumnos y profesores. Cuando ya estaba acabando, dijo, en tono de provocación, que los artistas tienen muy difícil ser santos, porque, si la santidad es poseer la Belleza, que es Dios, en nuestro interior, y los artistas nos dedicábamos a verter  la belleza que reside en nuestro interior, entonces no era posible alcanzar la santidad. Todos enseguida protestamos diciendo que qué pasaba entonces con el Beato Fra Angélico, y él respondió, como si lo tuviera ya preparado, que era “la excepción que confirma la regla”. No sé si esta idea la tenía trabajada seriamente, lo que puedo decir es que cualquier santo, en cualquier ámbito, no sólo el artistico, es una “excepción que confirma la regla”, porque todos somos pecadores. Quiero traducir esa expresión como algo que requiere lucha y gracia, pero que es posible.

Hoy día el arte sacro necesariamente ha de tener otro lenguaje, el de su tiempo

Para mí, el arte sacro es un servicio: ayudas a los demás a rezar, abres un puente entre el espectador y la realidad sobrenatural; muchas conversiones tienen su origen delante de un cuadro de la Virgen, o de una escultura de Jesús en la Cruz… una obra de arte sacro posee todas las cualidades de cualquier otra obra de arte, es decir, la belleza, la calidad técnica, unas proporciones correctas, una composición, el color, la luz… Pero también, junto a su valor estético, puede suscitar una “devoción”, que puede ser incluso independiente de la belleza o perfección técnica de la obra. No quiero poner ningún ejemplo, pero ¡cuántas imágenes conocemos que no son bonitas objetivamente pero a la que sin embargo le rezan miles de personas! Cuando me preguntas si hoy día el arte sacro ha de tener otro lenguaje, te diría que cuando una imagen suscita devoción —y a veces esa imagen es de hace siglos—, funciona perfectamente como un puente entre los hombres y Dios. Pero por otro lado, es verdad que los hombres cambian de sensibilidad con el paso del tiempo. Pienso que al hombre contemporáneo le interesan dos cosas de las nuevas obras de arte sacro: belleza y cercanía.

Belleza...

Belleza, porque la gente está cansada de lo feo, de lo banal, de lo cursi o superficial, y esto no sólo ocurre con las obras sacras, hablo ya del arte, en general. En una época en que el arte parece estar en crisis, como es una necesidad del alma humana, la gente lo busca donde puede. Un ejemplo: ahora que están de moda hacerse tatuajes, incluso tatuarse todo el cuerpo, ¿qué les motiva a esas personas a hacerlo? ¿Es sólo una moda? ¿O por qué nuestras calles se llenan de grafitis? ¿Por qué esa manía de los piercings, y de las cirugías estéticas? Todas estas cosas se hacen, en su sentido más profundo, por una necesidad que tiene el alma humana de la belleza. Por cierto, yo personalmente no me haría un tatuaje, porque si los pintores nunca estamos satisfechos con lo que hacemos, ¡figúrate llevarlo en la piel para toda la vida!

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Y cercanía...

Existe un problema entre los cristianos que es el de separar en dos planos diversos nuestra vida normal y nuestro trato con Dios, que está muy lejos, entre las nubes, ocupado en sus cosas. Una vez fui a entregar un cuadro que me habían encargado; el cliente cuando lo vio se quedó con cara un poco perpleja y me dijo: “Es que..., las caras son como muy reales, a mí me gustarían..., no sé como explicarlo... más idealizados...”; no me ha pasado una vez, han sido más veces. Yo entiendo que me puedan decir esto, porque tienen otro concepto mental de una imagen sacra, pero yo no dejo de pensar en que Jesús se encarnó en un cuerpo concreto, como nosotros, que María tiene una cara concreta, y San José igual; y cuando te detienes a pensar esto en serio, ¡te entra vértigo!, porque son seres reales, con cuerpos reales, como nosotros, ¡nos parecemos! Entiendo lo de la “idealización” porque se quiera evitar una imagen banal, carente del misterio de lo sobrenatural; pero el riesgo de la idealización es crear imágenes tan lejanas de nosotros, que parece que les trae sin cuidado lo que hagamos. “In medio virtus”, ni banales, ni lejanas.

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Sagrada Familia de Nacho Valdés.

Y concluyo con otra idea que me viene ahora en mente: a veces cuando veo iglesias modernas vacías de imágenes, pienso que no nos damos cuenta del poder que tienen las imágenes en nuestra vida. Si un católico no duda en que la pornografía es perniciosa, y mueve a la persona hacía el mal ¿por qué no concluye el razonamiento de que una imagen sacra, hecha con calidad artística, mueve hacia Dios? Lo de las iglesias modernas vacías, tiene su gracia... No me quiero alargar con este asunto, pero digo que tiene su gracia porque al final, como el pueblo fiel tiene necesidad de imágenes a las que rezar, los templos se llenan de imágenes desconexas entre sí, “arruinando” la belleza del espacio que había creado el arquitecto proyectista.

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"En el taller de José", de Nacho Valdés.

¿Hay alguna obra de arte sacro que le conmueva especialmente?

La verdad es que nunca me lo había planteado. Aquí nos movemos otra vez entre lo que decía anteriormente: la belleza y la perfección técnica y por otro lado la devoción que suscita. A mí me conmueven las obras con estas dos cualidades juntas. El Cristo de Velázquez posee esa cercanía de la que hablado antes, es un Cristo de un dolor sereno, que padece por nosotros; es una meditación pintada. Me gustó saber pequeños detalles técnicos de Velázquez cuando hizo el cuadro: por ejemplo, el mismo quiso dar delicadamente el yeso en esta ocasión —la preparación blanca de la tela antes de pintar— y no lo hizo, como era habitual, su ayudante, Juan de Pareja.

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El Cristo de Velázquez.
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Si quieres saber qué significa expresar el misterio en una imagen sacra, para mí, nada es más potente que la imagen de La Virgen de Guadalupe, aunque no tenga la calidad estética de una Madonna del Quattrocento, hablamos de algo superior. Y luego no puedo decir más imagenes en particular, porque son muchas y no me acuerdo, y van unidas, como a todos nos pasa, a momentos concretos de nuestra vida en que su visión nos lleva a hablar con Dios. Lo que sí te puedo decir, es que, aunque parezca mentira, no puedo rezar en una iglesia con una imagen que yo haya pintado, porque me distraigo pensando en qué otra cosa podía haber hecho para mejorarla: en que si la túnica la hubiera pintado de rojo hubiera quedado mejor, al dedo de esa mano le falta una pincelada gris… en fin, ¡un desastre!

Das clases en la Sacred Art school of Firenze, ¿qué cualidades ha de tener un alumno de esta escuela?

La primera cualidad es que tenga vocación de artista, como en cualquier escuela de Bellas Artes. Vienen estudiantes de todo el mundo y se habla sobre todo en Italiano, por estar en Florencia, y en inglés. Ocurre que en la educación universitaria artistica en todo el mundo, casi se han abandonado las enseñanzas tradicionales de las academias, como es el dibujo realistico de la figura humana, medir las proporciones, hacer un retrato en barro, la técnica del óleo, o hacer un fresco... La pedagogía, desde el primer día, gira en torno a la frase: “respetad la creatividad del alumno”, y eso esta muy bien cuando posees los instrumentos para elegir, y como no se los muestran porque sería coartar su creatividad, ves a promociones de alumnos que naufragan en unos años estériles. ¿Cuántos de esos estudiantes salen como pintores o escultores? Muy pocos. Y sin embargo salen más restauradores, porque no están sometidos al “respetad la creatividad”, y enseñan la técnica.

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Sacred Art school of Firenze

Pero la gente joven está un poco cansada de esto y busca alternativas privadas para aprender. En nuestra escuela viene gente de este tipo, quieren aprender la técnica, y de entre ellos, obviamente, gente que quiere aprender a aplicar esta técnica al arte sacro. En resumen: primero aprendes a pintar, a esculpir o a hacer orfebrería —que son las tres especialidades que ofrecemos, y después aprendes a hacer una obra para un espacio litúrgico. Yo les suelo decir a los alumnos, que no se preocupen si no reciben un encargo para una iglesia, porque el arte sacro es lo más difícil de hacer, que siempre encontrarán encargos de cualquier otra cosa, porque saben pintar, esculpir y hacer piezas de orfebrería a un alto nivel.

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Esta escuela es como una bottega, se aprende viendo trabajar al maestro. También se les prepara para el mundo laboral. Cuéntanos un poco...

La bottega, o el estudio del maestro, siempre ha sido el lugar de aprendizaje del artista, donde veía con sus ojos como lo hacía el maestro. Ver cómo se hace una cosa es lo más eficaz para enseñar un oficio, las palabras se mueven en el plano de la abstracción y pueden no entenderse o entenderse mal. En una Facultad de Bellas Artes, tomar el pincel de un alumno y pintar en su cuadro para mostrarle cómo se hace, es un sacrilegio. A veces tampoco se hace porque el profesor tampoco sabe, porque aprender una técnica exige una vida y ya han pasado algunas generaciones desde que se rechazó aprenderla, así que te encuentras a profesores que ya no saben. Ni soy pesimista, ni exagero: es un hecho; no hay más que preguntar a un alumno de una facultad. El artista es también un intelectual, pero parece que se les ha olvidado el hecho de que un artista se mancha las manos. Cuando me dijeron lo de pintar una Anunciación, y entré en crisis porque no sabía por donde empezar, me surgieron las siguientes preguntas: ¿uso modelos humanos, reales? ¿Qúe tipo de modelos? ¿Cómo les visto? ¿Con luz artificial, o natural? ¿Qué orientación  tiene que tener la luz?  ¿Qué le pongo de fondo a las figuras? ¿En óleo o acrílico? ¿Qué composición tiene que tener el cuadro?... ¡En fin!, un montón de preguntas que para un pintor del Gótico, del Renacimiento o del Barroco, hubieran sido absurdas porque ellos ya lo sabían. Todo lo que tuve que aprender por mí mismo y mirando al pasado. Con todo lo que he aprendido pensé que quizá sería estupendo compartirlo, porque al fin y al cabo, es un servicio que prestas a la Iglesia. No entiendo a los que se guardan sus secretos. Otra cosa que hacemos en esta escuela es trabajar con encargos que nos hacen a la Escuela y el maestro trabaja junto con los alumnos, para ellos es como estar ya en el mundo laboral, y aprenden desde hacer un presupuesto hasta hacer una caja de madera para enviar la obra.

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Dalí pintó un Cristo sobrecogedor, cuando su obra no se caracteriza por ser religiosa

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Dalí era católico, aunque uno pueda pensar que no; se bautizó, recibió la primera comunión en la iglesia de Sant Pere, en Figueras, y el párroco de esa iglesia le administró la Unción de Enfermos en el lecho de muerte. Así lo recoge la noticia de “El País” de aquel día, por si alguien duda. Una vez conversando con una persona que lo conoció, me comentó la siguiente anécdota: cuando el párroco de esa iglesia se presentó en su casa, cercana ya la muerte, los que estaban en la habitación se esperaban que Dalí lo despidiese, como ya había hecho otras veces anteriormente, pero en esa ocasión no fue así y le rogó que entrase. Uno de los que le rodeaba le dijo: “Maestro..., pero usted ¿no decía que era agnostico?”, y Dalí le respondió: “Sí, claro que soy agnostico, ¡pero no soy tonto!”. Dalí, genio y figura. Cuando uno ve ese Cristo en perspectiva, yo por lo menos pienso que el autor es un hombre que tiene fe, independientemente de la consideración de si Dalí era un poco desastroso o no como católico. Es un artista difícil de saber cómo era realmente, porque se construyó un personaje exterior que cualquiera que quiera estudiar marketing debería analizarlo en profundidad. Con este Cristo, encuentro un paralelismo con el de Velázquez; aunque ambos no se caracterizaban por ser pintores de temas sacros  -Velázquez pintó algo más en este sentido-, en los dos Cristos se trasluce una fe que cada uno vivía a su manera.  

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