Lavabo y bandeja de comunión

10/08/2015 | Por Arguments

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LAVABO

Lavabo y manutergio
Lavabo y manutergio
Con el lavabo, el sacerdote que celebra la Eucaristía se lava las manos justo antes de la oración sobre las ofrendas. El nombre viene del Salmo 26: "Lavabo in innocentia manus meas" (que se puede traducir como lavaré mis manos en señal de inocencia). Se trata de un signo, pues el sacerdote ya debe tener las manos limpias antes de iniciar la Eucaristía. Con él "se expresa el deseo de purificación interior" (OGMR, 76), que va acompañado de unas palabras que dice en secreto mientras se lava las manos: "Lava del todo mi delito, Señor, limpia mi pecado", tomadas del Salmo 51. Para su uso, si el sacerdote es ayudado por un acólito, éste sostiene una jarrita con agua que vierte sobre las manos del sacerdote, a la vez que aguanta un cuenco por debajo de éstas. Después le ofrece un manutergio (del latín: manus + tergere: manos y enjugar), paño para que el sacerdote pueda secarse.

BANDEJA DE COMUNIÓN

El joven Jorge Mario Bergoglio distribuye la comunión. Se puede apreciar con mucha claridad la bandeja.
El joven Jorge Mario Bergoglio distribuye la comunión. La bandeja se puede apreciar con mucha claridad.
Se trata de un platillo muy poco cóncavo que se utiliza para que las partículas o gotas del pan y del vino consagrados (si se da bajo las dos especies) no caigan al suelo, sino que se queden sobre esta bandeja, que posteriormente será purificada después de la comunión. La sostiene el acólito, situado a la izquierda del sacerdote. Hasta el momento de la comunión se suele colocar en la credencia, una mesita o lugar especialmente preparado para tener a mano lo necesario durante la celebración eucarística. Cada vez tiene menos uso en la liturgia, por la generalización de la comunión en la mano, pero de todas maneras conviene tener en cuenta lo que dijo San Cirilo después de explicar cómo debe recibirse la comunión en la mano: "Todo lo que se te caiga considéralo como quitado a tus propios miembros. Pues, dime, si alguien te hubiese dado limaduras de oro, ¿no las cogerías con sumo cuidado y diligencia, con cuidado de que nada se te perdiese y resultases perjudicado? ¿No procurarás con mucho más cuidado y vigilancia que no se te caiga ni siquiera una miga, que es mucho más valiosa que el oro y que las piedras preciosas?". FUENTES: J. A. Abad y M. Garrido, Iniciación a la liturgia de la Iglesia, Palabra, Madrid 1988. J. Aldazábal, Vocabulario básico de liturgia, CPL, Barcelona 1994. Ordenación General del Misal Romano, núm. 76. San Cirilo (315-386), Catequesis XXIII (Mistagógica V): La celebración de la Eucaristía.

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