Un cascarrabias

05/02/2020 | Por Arguments

Antonio Rojas

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">http://www.arguments.es/wp-content/uploads/lachispa/2020/02/cascarrabias-3A-.jpg"> Será mejor que no me hagas enfadar,  no te lo recomiendo. - Megan Maxwell- Cuenta Martín E.P. Seligman, psicólogo y escritor estadounidense, una anécdota que vivió con su hija un día que estaba cuidando el jardín de su casa: ?Soy una persona orientada hacia objetivos y un tanto obsesionado por el tiempo, y cuando desbrozo el jardín, desbrozo el jardín. Sin embargo, mi hija Nikki iba lanzando hierbajos al aire y cantaba y bailaba.  Como me estaba distrayendo, le grité y ella se marchó. Volvió al cabo de unos minutos y dijo:  ?Papá, quiero hablar contigo. ?¿Sí, Nikki? ?Papá, ¿te acuerdas de antes de que cumpliera cinco años? Desde los tres a cinco años era una llorona. Lloraba todos los días. El día que cumplí cinco años, decidí que no lloraría más. Es lo más difícil que he hecho en mi vida. Y si yo puedo dejar de lloriquear, tú puedes dejar de ser un cascarrabias.            Ser cascarrabias, desagradables y egoístas, es alejar de nosotros a las personas buenas, amables, generosas, agradables, disponibles. Del mismo modo, si queremos que las personas a nuestro alrededor sean más amables y colaboradoras con nosotros, tenemos que empezar por ser más amables con ellas, actuando como modelo que puedan imitar. La amabilidad es contagiosa. La amabilidad es la manera más sencilla, delicada y tierna de hacer realidad un amor maduro y universal, libre de exclusivismos. Amabilidad se define como «calidad de amable», y una persona amable es aquella que por su actitud afable, complaciente y afectuosa es digna de ser amada. La amabilidad define a una persona que tiene una actitud afable, bondadosa, afectuosa y que es digna de ser querida. La amabilidad, con su carácter universal, es una muestra de madurez y grandeza de espíritu. Los buenos actos tienen su repercusión y hacen que las oportunidades o la ventura se incremente. Los valores se inculcan, se trabajan. Nada germina porque sí. El hogar es un buen lugar para imbuir amabilidad, afecto y bondad a los hijos, actuando como modelo que puedan imitar. Los niños deben sentirse aceptados y amados con sus virtudes y defectos, creyendo en sus capacidades y aptitudes, estimulándoles la consideración y el respeto por los demás. No cabe duda de que, si cada día nos propusiéramos iluminar nuestra existencia con una cara sonriente y una actitud amable y acogedora, nuestro entorno sería mucho más constructivo que cuando, llevados por el genio o la impaciencia, actuamos como unos auténticos cascarrabias.

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