">http://www.arguments.es/wp-content/uploads/lachispa/2017/11/la-telaraña-2-e1510307974211.jpg"> Alimenta tu fe, y tus miedos morirán de hambre. -Max Lucado- Aquel hombre era perseguido por varios malhechores que querían eliminarlo. Nuestro fugitivo se introdujo en una cueva y rezó angustiado: —Dios todopoderoso, haz que los ángeles bajen y taponen la entrada para que no entren a matarme. Mientras sentía cómo se acercaban los hombres que lo buscaban, observó a una araña que empezó a tejer su tela a la puerta de la cueva. Y nuestro hombre, cada vez más angustiado, se quejó: —Pero Señor, te pido que los ángeles taponen la cueva y me envías una araña. Los malhechores, al cabo de un tiempo, llegaron hasta la cueva y se dispusieron a inspeccionarla, pero uno dijo: —Nada, no perdáis el tiempo entrando. ¿No veis que hay una tela de araña? Nadie ha entrado ahí hace tiempo. Vivimos pendientes de todo lo que nos rodea, y cuando las cosas no salen como quisiéramos, nos inundan diferentes sentimientos que lo único que hacen es robarnos la paz que Dios quiere que mantengamos en nuestra vida. Con el tiempo aprendemos que el angustiarnos o preocuparnos en exceso no ayuda a resolver los problemas, sino que, al contrario, suma más problemas. Y es que cuando perdemos la paz, dejamos que el problema gobierne nuestra vida, y cuando el problema gobierna nuestra vida nos olvidamos de deleitarnos en Dios. Ahí lo veis: presumía de sus fuerzas humanas, intentó luchar, no pudo triunfar, se vino a tierra, fue subyugado, fue hecho cautivo. Entonces aprendió a presumir de Dios, y terminó por recibir el auxilio de la gracia cuando puso en Dios la esperanza (SAN AGUSTIN, Sermón 145). Pedimos cosas que, desde nuestra perspectiva humana, son lo que necesitamos, pero Dios nos da aquellas con las cuales nos muestra que, con cosas muy sencillas, él puede hacer mucho más. Dios siempre está a la escucha. No es necesario que nadie lo empuje para que salga a buscarnos. Él siempre nos espera en el camino con los brazos abiertos, nos envía mensajeros que nos despierten y orienten. La cuestión está en, ¿sabemos verlos? Una vez escuché: Si le pides a Dios un árbol, te lo dará en forma de semilla. Nosotros pedimos muros y Dios puede responder enviando una araña, y si no hemos acostumbrado nuestros ojos a lo espiritual, seremos incapaces de ver que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien (Rom. 8,28). Y suele ocurrir que las respuestas divinas son tan sutiles como una tela de araña o una diminuta semilla.