
María nada podía ofrecer a José para intentar consolarlo. Y él tampoco podía dar nada a María. Pero ambos esperaban el regalo de Dios. Eso sí iba a ser un don del cielo.
Aquel hijo que sería el Salvador y que como profetizó Isaías sería llamado Maravilloso, Consejero, Poderoso, Príncipe de la Paz.
Sí. Nada deseaban más aquellos jóvenes esposos que recibir al que sería el Mesías.
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