Déjame que pruebe

19/09/2020 | Por Arguments

Antonio Rojas

Arguments

catequesis

la chispa

">http://www.arguments.es/wp-content/uploads/lachispa/2020/09/Dejame-que-pruebe-A-.jpg"> Nunca consideres el estudio como una obligación, sino como una oportunidad para penetrar en el bello y maravilloso mundo del saber. -Albert Einstein- El estadounidense Mark Twain (1835-1919) en su libro Las aventuras de Tom Sawyer, cuenta cómo este se las ingenió para que otros pintaran la valla que él no quería pintar. Muy extractado, el cuento queda así. Un día radiante de verano, la tía de Tom le ordenó pintar la larga valla que rodeaba la casa familiar. Era un día perfecto para pasarlo bañándose en el río, como seguramente iban a hacer lo demás muchachos del pueblo. Pero su tía no cedió. Refunfuñando, Tom se puso a pintar. Aparece su amigo Ben comiendo una manzana: —¡Hola, compadre! Te hacen trabajar, ¿eh?,— le dijo Ben con su típica sorna. A Tom le reventaba estar allí aguantando las bromas de su amigo; además, se le hacía la boca agua pensando en la manzana; pero no cejó en su trabajo. Al cabo de unos segundos le dijo a su amigo: —¡Ah!, ¿eres tú, Ben? No te había visto. —Oye, me voy a nadar. ¿No te gustaría venir? Pero, claro, te gusta más trabajar… Tom se quedó mirándolo un instante y le dijo: —¿A qué llamas tú trabajo? —¡Qué! ¿No es eso trabajo? —replicó Ben. Tom siguió pintando y le contestó, distraídamente: ?Bueno; puede que lo sea y puede que no. Lo único que sé es que me encanta. —¡Vamos! ¿Me vas a hacer creer que te gusta? —No sé por qué no va a gustarme. ¿Es que le dejan a un chico pintar una cerca todos los días?    Y aquí sigue un delicioso diálogo que no puedo reproducir por el limitado espacio de esta chispa, pero que terminó con Ben pintando la valla mientras Tom, sentado en un viejo tonel a la sombra, se comía su manzana y planeaba la ampliación de su nuevo negocio. Con esta historia, Mark Twain demuestra que la mente humana es flexible y que lo que de una manera determinada parece una tortura, con un envoltorio reluciente puede convertirse en un goce. Es una estrategia, a medio plazo, que nos otorgará mejores resultados, aunque perdamos algún deseo en el camino, pero, ¡muy importante!, nos librará del estrés de querer imponernos a los otros. Requiere su tiempo, esfuerzo y preparación para adquirir el arte de aprender, de seducir —en el mejor sentido de la palabra—, pero en la forma en la que expresemos nuestros deseos, podemos recibir dos respuestas opuestas: ¡No quiero hacerlo así! o ¡Déjame que pruebe!  

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