He optado por vivir

03/11/2017 | Por Arguments

Antonio Rojas

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la chispa

Nunca es demasiado tarde para ser  la persona que podrías haber sido. -George Eliot-           Aquel hombre llevaba mucho tiempo «depre»: su negocio iba mal, su relación matrimonial muy tirante, el estrés lo animaba a comer, y estaba cogiendo mucho peso… Aconsejado por un buen amigo, decidió asistir a un grupo de autoestima. Como es habitual en este tipo de actividades, reunidos los asistentes, forman en círculo, y van contando lo que no está funcionando en sus vidas. Nuestro hombre, de mediana edad, escuchó pacientemente lo que contaban los demás miembros del grupo, y le llamó poderosamente la atención lo que dijo el más joven: —Amigos, me han diagnosticado un cáncer terminal. Los médicos me han dado entre tres y seis meses de vida. He luchado durante un mes con esta noticia, que me hundió anímicamente, hasta que tomé una decisión.  Se paró un momento, respiró hondo y dijo con voz fuerte y firme. —Amigos, ¡voy a tomar clases de vuelo!  —¿Clases de vuelo?  Sí, ¡he optado por vivir! Cuando salieron de la reunión aquella noche, todos los miembros del grupo, impresionados, habían retomado la antorcha de creer en su propia vida. Nuestro hombre, de mediana edad, se sintió avergonzado. Aquel joven que acababa de hablar, se estaba muriendo y afrontaba su situación crítica con una mirada de triunfo en su rostro, una mirada —¿podía decirlo? — de alegría. ¿Y qué había dicho el joven? ¡Que había decidido vivir! Personalmente, creo que la felicidad se basa en la plena consciencia de la realidad completa, con sus luces y sus sombras, y en la esperanza de que todo puede mejorar cada día. La felicidad basada en el desconocimiento es como la de un niño: bastará una cierta dosis de cruda realidad para dar al traste con ella. La felicidad de un adulto, en cambio, está fundamentada en la experiencia y en la plena consciencia de la realidad, aunque con la pertinente esperanza de que todo puede ir mejor, que es posible cambiar y mejorar. ¿Elijes ser pesimista u optimista? Quizás, la única diferencia sea que el pesimista basa su percepción solo en el pasado vivido o en lo que duda que vaya a vivir en el futuro, mientras el optimista se basa en la confianza que tiene en la vida, en lo positivo que es capaz de sentir y vivir en su día a día. A mi modo de ver, cuando llegan esas etapas en las que las tormentas abundan más que el sol, un recurso muy eficaz es esforzarnos por reorientar nuestras ideas al plano positivo y, por muy cancerígena que se nos ponga la vida, afirmar con convicción: ¡He optado por vivir!

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