A propósito del TT #MiBomboEsMío

21/12/2013 | Por Arguments

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diario desde New York

ley Gallardón

">https://www.arguments.es/wp-content/uploads/culturadelavida/2013/12/20131230-150449.jpg">20131230-150449.jpg Ayer, 20 de diciembre de 2013, el Gobierno de España presentó el anteproyecto de la nueva ley del aborto en nuestro país. Con el cambio en la legislación, desaparecerá la posibilidad de abortar libremente durante las 14 primeras semanas de gestación y sólo se podrá abortar hasta la semana 22 contemplando dos supuestos: violación y grave peligro para la vida o salud física o psíquica de la madre. Además, la mujer que tome la decisión de poner fin al embarazo, tendrá que reflexionar durante un periodo de 7 días.

A raíz de la presentación de esta reforma en el Consejo de Ministros, el debate no tardó en suscitarse en las redes sociales. #MiBomboEsMío -promovido por asociaciones feministas- se convirtió en Trending Topic durante todo el día. Si bien es cierto que no tuiteé nada al respecto, los distintos comentarios me dieron pie a hacer una serie de reflexiones.

En primer lugar, resulta llamativo cómo se ha banalizado una circunstancia clave en la vida de cualquier mujer, el embarazo -ya sea deseado o no-, refiriéndose a él como “Bombo”. Durante tres meses, he estado colaborando con una asociación provida en Estados Unidos. A lo largo de 90 días, pude hablar con decenas de mujeres que vinieron a la oficina para abortar, y ninguna de ellas habló nunca de un simple bombo. Todas sabían lo que llevaban en su vientre: un hijo al que, por diversas circunstancias -todas muy duras- no querían o no podían sacar adelante. Me gustaría saber cuántas de las personas que echan espuma por la boca gritando “Mi bombo es mío” y lanzando consignas -ya obsoletas- sobre el aborto libre, han hablado alguna vez con una mujer que está a punto de abortar. Yo lo he hecho. Y he visto mucho sufrimiento ante la idea de tener que sacar adelante un hijo no esperado. Un niño que crece dentro de su 'bombo'. Si existe un problema en nuestra sociedad, es que no sabemos -o no queremos- escuchar. El tiempo que dediqué a hablar con estas mujeres que vieron en el aborto su única salida me hizo ver que no es el hijo el que les empuja a tomar esta decisión, siempre dura y dramática. Lo son las circunstancias que rodean el embarazo: falta de apoyo en la pareja, rechazo de la familia, problemas económicos o laborales... Todas sufren ante la idea de tener que afrontar un embarazo en estas circunstancias. Es por eso que la solución no radica en aprobar una ley del aborto más o menos restrictiva. La solución comienza escuchando a estas mujeres, poniéndonos en su lugar, intentando comprender sus circunstancias, preguntándoles por sus dudas y preocupaciones y ofreciéndoles aquellas ayudas que necesitan para afrontar un embarazo inesperado. De entre todas las madres que atendí, un porcentaje elevado decidió continuar con el embarazo gracias a las ayudas que les ofrecimos. Otras tomaron la decisión valiente y generosa de dar vida a su hijo, después de encontrar el apoyo y la mano amiga de una persona con la que habían podido desahogarse. Tampoco deja de llamarme la atención el hecho de que se siga vinculando el aborto con la religión. En la actualidad, no son pocos los que asocian la defensa del no nacido con personas de avanzada edad, la Iglesia o el conservadurismo más radical. Sin embargo, aunque a algunos les pueda sonar extraño, es una causa defendida por gente de muy diversas razas, edades, sexos, creencias e ideologías. En Estados Unidos, por ejemplo, existen movimientos tan variopintos como “Feministas por la vida”, “LGBT Life Alliance”, “Ateos por la vida” o “Moteros por la Vida”, entre otros muchos. Hay quien no ceja en su empeño de vincular dos temas bastante dispares -aborto y religión-. Nada más retrógrado, bajo mi punto de vista. De todos los tuits que tuve ocasión de leer ayer, también me llamaron la atención varios que reclamaban un aborto libre y gratuito. Señores, el aborto podrá ser libre, pero nunca gratuito. Y no porque lo impidamos los que defendemos la vida del no nacido, sino porque es uno de los negocios más rentables que existen en la actualidad. Un ejemplo: en Estados Unidos, Planned Parenthood -la mayor empresa abortista del país- tuvo unas ganancias de 900 millones de dólares durante el periodo de 2004-2005. Verde y con asas. ¿Creen, realmente, que el negocio abortista se plantea -aunque sea de forma remota- la opción de practicar abortos gratuitos? Desechen la idea. Por otro lado, me sorprende que sigan aludiendo a abortos clandestinos, en caso de que la ley salga adelante. La legalidad no implica seguridad. Y pongo otro ejemplo. En Nueva York, durante mi labor provida, tuve ocasión de hablar con una madre que vino a nuestro centro para hacerse una ecografía. Con un aborto a sus espaldas, tenía plena consciencia de lo que ésto que supone en la vida de una mujer. Sin embargo, no estaba en contra de ésta práctica por haber pasado por ello, sino porque una amiga suya murió con 15 años mientras le practicaban un aborto. En un centro legal y homologado, por cierto. No quiero extenderme más, pero me gustaría hacer una última reflexión. Puede que a alguno le sorprenda, pero el anteproyecto de ley presentado tampoco gustó a muchos de los que defendemos la vida. Y es que no sólo resulta muy similar a la ley aprobada en 1985, sino que poco difiere con la llamada Ley Aído. Con el texto de 1985, un 96,77% de mujeres que querían abortar se acogieron al supuesto de “daños físicos y psicológicos para la madre” (la mayoría de ellas alegaban daños psicológicos). Con esta reforma, se podrá abortar con total libertad, siempre y cuando se presenten dos informes médicos que respalden el peligro para la salud física o psíquica de la madre. No deja de ser un coladero pues, con la ley de 2010, el supuesto de “daños psíquicos” se redujo a un 2,86%, ya que había más libertad para abortar. Por cierto, cabe mencionar que muchos de estos informes suelen ser elaborados por las mismas personas que practican el aborto, así que las personas que mantienen aquello de “Mi bombo es mío” pueden estar tranquilas: haya reforma de ley o no, los informes se seguirán firmando.

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