Grupos estufas

06/05/2023 | Por Arguments

Antonio Rojas

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«No me incumbe» es la pantalla  tras la cual escudan los cobardes su falta de caballerosidad. -Robert Baden Powell- Me contó un amigo montañero que, en cierta ocasión, estaba en un refugio de alta montaña con un grupo de montañeros; como el refugio tenía encendida una estufa de leña, se colocaron alrededor de la estufa. Y, fino observador, mi amigo me comentó: ?Después de un tiempo disfrutando del rescoldo de la estufa, se nos hizo costoso reemprender el camino y volver a las inclemencias de la intemperie para lograr el objetivo propuesto: hacer cumbre. Estaban ahí tan a gusto, que no les atraía nada salir a la intemperie, preferían el calorcillo de lo seguro a buscar la aventura en el exterior expuestos a los rigores climatológicos. Y me acordé de una frase de Luis de Rivera, doctor en medicina y catedrático de Psiquiatría: «El mediocre patológico no es consciente de su anomalía». El doctor Rivera estudió y descubrió el síndrome MIA, donde presenta la posibilidad de que la mediocridad se convierta en una patología. Él plantea que toda función humana puede volverse patológica cuando es insuficiente, excesiva o inadecuada. Las patologías de la excelencia pueden ser por defecto, como la mediocridad; por exceso, como el narcisismo y el estajanovismo; o por distorsión, como la pretenciosidad y la impostura. La tendencia normal de cualquier persona es hacia el progreso ?y la superación? que intenta realizar en sí mismo y que aprecia y admira en los demás. Pero hay una carcoma de esta tendencia: la mediocridad, que el doctor Rivera define como la incapacidad de apreciar, aspirar y admirar la excelencia. Y señala tres grados: 1.- El mediocre que ni le importa ni entiende la excelencia y es feliz con la satisfacción de sus necesidades básicas. 2.- Esa persona que quiere ser excelente, aunque no entiende en qué consiste, por lo que solo puede imitar, copiar o fingir. No es dañino, aunque puede agobiar a los demás con exigencias burocráticas que solo pretenden dar la impresión de que está haciendo algo importante. 3.- El verdaderamente peligroso es el mediocre inoperante activo, ser maligno incapaz de crear nada valioso, pero que detesta e intenta destruir a todo aquél que muestre algún rasgo de excelencia. Es la eterna tentación: conformarme con lo que tengo, vivir al rescoldo de lo conocido, refugiarme en la plácida rutina en lugar de superar la mediocridad saliendo de mis zonas de confort. Es, en fin, el seductor y permanente recurso de los encogidos: crear grupos estufas.

 

* Foto de Wild_er de Unsplash. 

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