5. VOLUNTAD DIVINA Y VOLUNTAD HUMANA DE CRISTO

Extraído de: Mateo Seco, Lucas F. y Domingo, Francisco. Cristología. Instituto Superior de Ciencias Religiosas. Universidad de Navarra, 2004.

1. Voluntad divina y voluntad humana en Cristo

Cristo Salvator Mundi (Quentin Massys or Metsys)

A comienzos del 634, Sergio, patriarca de Constantonopla, escribe al Papa Honorio haciéndole una narración de la controversia originada en torno a si hay en Cristo una o dos energías, y le comunica la decisión que ha tomado de prohibir que se hable de una o de dos energías en Cristo. Defiende esta decisión argumentando que ha sido tomada “para no dificultar a los disidentes el camino de vuelta”. La carta es de suma importancia, tanto por la narración de los acontecimientos, como por constituir la base de la respuesta de Honorio.

“Hemos escrito al muy santo patriarca de Alejandría (Ciro) – dice Sergio-, que no se permita a nadie hablar de una o de dos actividades a propósito de Cristo, nuestro Dios, sino confesar, según la enseñanza de los concilios ecuménicos, que uno y el mismo, el Hijo único, nuestro Señor, el verdadero, obra lo que es divino y lo que es humano, y que toda la actividad que proviene de Dios y la que proviene del hombre procede de un mismo y único Verbo encarnado, sin división, ni confusión, y que toda ella está referida a una sola y misma persona (…) La expresión dos actividades escandaliza a un gran número (…) y tendría como consecuencia que se confesaría dos voluntades opuestas la una a la otra, como si habiendo querido el Verbo Dios dar cumplimiento a la Pasión salvadora, su humanidad se hubiese resistido en Él y se hubiese opuesto a su voluntad. Se introducirían así dos voluntades que eligen en sentido contrario, cosa que es impía, pues es imposible que en un mismo y único sujeto subsistan al mismo tiempo dos voluntades contrarias, la una al lado de la otra,” *.

Sergio plantea la cuestión con una gran habilidad y con un claro sofisma. La habilidad consiste en insinuar que se trata de una más de las interminables discusiones orientales en cuestión terminológica; el sofisma consiste en dar a entender que de la existencia de dos actividades en Cristo se seguiría necesariamente la existencia de dos voluntades contrarias. Y para evitar esta posibilidad, mutila la voluntad humana de Cristo.

Pero esto equivale a quitarle a la humanidad de Cristo toda capacidad de decisión propia y, en consecuencia, toda capacidad de obedecer. De esta forma, la propuesta de Sergio lesiona la integridad de la naturaleza humana del Señor, que deja de ser principio libre de acción. En consecuencia, la salvación realizada por Cristo no es ya el fruto de un acto verdaderamente humano, sino la acción del Verbo cumplida mecánicamente por la naturaleza humana del Señor.. Estamos otra vez en terreno apolinarista.

El rechazo del monotelismo adquiere su máximo exponente en la definición del Concilio III de Constantinopla (a. 681).  Se trata de una larga definición, que comienza subrayando que este Concilio está en continuidad con los cinco concilios ecuménicos anteriores, y condena la herejía monotelita. A continuación inserta el Símbolo de Nicea y Constantinopla, y remitiéndose explícitamente a la definición de CaLcedonia, dice:

“Predicamos igualmente en Él dos voluntades naturales (thélesis) o quereres (thélema), y dos operaciones naturales, sin división, sin commutación, sin separación, sin confusión, según la enseñanza de los santos Padres; y dos voluntades, no contrarias -¡Dios nos libre!- (…), sino que su voluntad humana sigue a su voluntad divina y omnipotente sin oponérsele ni combatirla, antes bien, enteramente sometida a ella (…) Porque de igual forma que su carne animada no por estar divinizada quedó suprimida, así tampoco su voluntad quedó suprimida por estar divinizada (…)
“Glorificamos también dos operaciones naturales sin división, sin commutación, sin separación, sin confusión (…), esto es, una operación divina y otra operación humana (…).
“Porque no vamos, ciertamente, a admitir una misma operación natural de Dios y de la criatura para no levantar lo creado hasta la divina sustancia, ni rebajar tampoco la excelencia de la divina naturaleza al puesto que le conviene a las criaturas” **.

Hay dos naturalezas perfectas en Cristo. El Concilio III de Constantinopla puntualiza que estas dos naturalezas están vivas y operantes, de forma que actúan íntimamente unidas, pero sin confusión. El ser y el actuar de Cristo han de entenderse, pues, como un acorde perfecto entre las dos naturalezas, también en lo que concierne a su operación. Ambas operaciones son naturales en cuanto que corresponden a las naturalezas en las cuales es y subsiste Cristo. De ahí la precisión que se hace en torno a la operación teándrica: esta operación no puede concebirse como una sola operación, sino como una armónica unión entre las dos operaciones naturales que corresponden a sus dos naturalezas. 

Constantinopla III nos acerca nuevamente al terreno de la Escritura. En ella se dice con claridad e insistencia que, al encarnarse, el Verbo ha tomado sobre sí todo lo humano menos el pecado (Hb 4, 15), también la noble actividad de la voluntad humana en toda su verdad y con las naturales limitaciones propias de lo creatural. También con la grandeza propia de lo humano: la capacidad de ofrecer la propia vida como sacrificio. Como siglos más tarde recoge el Concilio Vaticano II citando expresamente el III de Constantinopla, el Verbo de Dios hecho hombre “trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre” ***. Y con este amor consiguió nuestra salvación.



* Sergio de Constantinopla, Psephos y Carta a Honorio. F. X. Murphy- P. Sherwood (Constantinople II et III, cit., 306) presentan el texto del Psephos de Sergio en paralelo con el texto de la Ekthesis del emperador Heraclio, con lo que la influencia de Sergio sobre el texto imperial aparece con toda nitidez.

** DS 556-557.

*** Conc. Vaticano II, Const. Gaudium et spes, (7.XII.1965), n. 22.