Santiago el Mayor, el primer apóstol en dar la vida por Jesús

28/09/2018 | Por Arguments

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Jesús replicó: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber?». Contestaron: «Podemos» (Mt 20, 22) Vaya suerte he tenido. Jesús me conocía muy bien. Sabía que soy muy competitivo; que lucho hasta por acabar primero el desayuno, y no digamos cuando está en juego el prestigio. Para mí es clave que la gente te respete y eso solo lo consigues si demuestras que vales. Por eso Jesús me puso a mandar. Yo le había pedido, a través de mi madre, que nos colocara a Juan y a mí a su derecha e izquierda en el cielo.

¿podéis? … podemos

Entonces Jesús me hizo la gran pregunta: «¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber?» Bastaba preguntarme eso para que yo me lanzara como una pantera: «Podemos» (possumus!). Cuánto debió de reírse Jesús por dentro. Yo creo que se emocionó. Vio nuestras ganas, las mías sobre todo de ser el más..., de demostrar nuestro amor por Él. Vio también claramente lo poco que nos conocíamos a nosotros mismos. Sonrió con picardía y complicidad. Sabéis perfectamente que me dormí en el Huerto de los Olivos, que huí de la Cruz el primero, que desconfié de las mujeres y no me atreví a ir con Pedro y Juan al sepulcro. Yo soy más rápido que Juan de toda la vida, pero estaba destrozado. Le quería tanto al Maestro que no quería dejar que naciera otra vez la ilusión. No iba a poder soportar un segundo mazazo como el del Calvario. Me hacía tanta ilusión que resucitara que no dejaba que ese sentimiento creciera en mi corazón. Soy mucho más sensible que Juan pero siempre he conseguido que no se note. Ahora no iba a dejar que la emoción me perdiera.

El primer Apóstol en dar la vida por Él

Fue entonces cuando sucedió el mejor final, o el mejor principio de esta aventura. Jesús resucitó, tal como nos lo había anunciado. ¡Qué torpes éramos! ¿Por qué no le creíamos? No lo sé, puede que fuera porque lo que decía era demasiado bonito para ser real. Muchas veces había pensado que Jesús era un poco ingenuo. No se daba cuenta de que la gente a veces no es de fiar: yo el primero. Pero él se fiaba un montón de nosotros. De mí el que más y me dijo que yo sería el pastor de Jerusalén y como un secreto me contó que sería el primer Apóstol en dar la vida por Él. Qué orgullo: ser el primero pero para Dios, no para los hombres. Él me curó toda mi tontería humana con esas palabras: Yo te he elegido. Y me dijo: «Gracias, Santiago, vas a abrir un camino que llegará hasta el fin del mundo».  

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