Si no puedo agradecer lo pequeño,
tampoco podré agradecer lo inmenso.
Lo inmenso está hecho de pequeñeces.
-Maya Rann-
Dicen que visitaba a Miguel Ángel un amigo que se interesó por la última estatua que estaba trabajando en el taller. Volvió al cabo de una semana, y se sorprendió de encontrarla tal como la había visto la primera vez. Miguel Ángel le hizo una observación:
─No. He trabajado más la expresión, he resaltado más el músculo.
El amigo, poco sensible, exclamó:
─Pero eso son pequeñeces.
Y el maestro respondió:
─Pero las pequeñeces hacen la obra de arte.
Esta reflexión me ha salido enfocada a la gente joven, pero es aplicable a todas las edades.
Johann Heinrich Pestalozzi (1746-1827, conocido en los países de lengua española como Enrique Pestalozzi, fue un influyente pedagogo, educador y reformador suizo, que aplicó los ideales de la Ilustración a la pedagogía) afirmaba que es increíble cuántos fundamentos para grandes empresas ofrece la observancia de pequeñeces.
Y enumeraba unos cuantos detalles concretos, como por ejemplo enseñar a los niños y jóvenes a poner y quitar la mesa haciéndoles ver lo poco o nada que se aprende si se hace con barullo y estrépito, y cuánta energía, en cambio, y cuánta presencia de espíritu se requiere para hacer todas estas maniobras con el menor ruido posible, pero al mismo tiempo sin cachaza.
Tales operaciones encierran muchas analogías aplicables a otros problemas más elevados de la vida. Hay que proponer a los jóvenes varones, como divisa de su autoeducación en sus fogosos años juveniles «ser fuertes como el diamante y tiernos como una madre».
Y para las chicas, habría que procurar despertar y ejercitar una actividad consecuente con el fortalecimiento de la voluntad que las libere, principalmente, de la dictadura de estímulos e impresiones exteriores.
Hoy, un feminismo radical y politizado, prepone un modelo de mujer liberada de su feminidad compitiendo con las características masculinas. Tremendo error; no se trata de masculinizar a la mujer, sino todo lo contrario: el objetivo es dar a la feminidad robustez y entereza.
No se trata de contraponer, sino de armonizar. Educar no es enfrentar, sino conciliar, coordinar, compaginar el aspecto de fuerza y amor, o sea el elemento masculino y femenino. La amabilidad supone mucha más energía que la tosquedad, pues exige mayor autodisciplina que el ceder simplemente al instinto.
Hacer al hombre más hombre y a la mujer más mujer, es un objetivo alcanzable si sabemos aprovechar, con constancia, en el día a día, todas las pequeñeces que la vida nos ofrece.