¿Deseáis salud, aplausos, popularidad,
saciar la sed o necesidad de ser amados?
Amad. No hay otro camino.
Amad a vuestros semejantes.
-P. Adriono Suárez-
Una señora mejicana, rica e influyente, quiso dar una comida homenaje al famoso Mario Moreno, Cantinflas. Reunió en su casa a la flor y nata de la capital mejicana. Todo estaba a punto, pero Cantinflas no aparecía.
-¡Qué raro! Estaba aquí hace un rato.
-Señora, dijo un invitado que acababa llegar, acabo de cruzarme con Cantinflas no hace ni cinco minutos. Por cierto, casi me atropella.
-¿Cómo?
-Iba en la motocicleta que usted regaló a sus hijos, con dos de ellos.
La dama quedó perpleja unos minutos y luego exclamó:
– Déjele, cuando se cansen volverán a casa. Cantinflas es como un niño, se toma la vida de los demás más en serio que la suya.
El «yo» es siempre estrechez y estancamiento cuando se convierte en el objeto único de la atención personal, por eso se ha de cultivar una incansable proyección hacia los demás. A la vida se le da plenitud cuando la proyectamos en favor de los demás en todas las circunstancias. Es el mejor equilibrado psíquico y vital. Hay quienes afirman que dentro de nosotros está el manantial de la dicha o la charca del tedio. Y a nadie podremos culpar de nuestra infelicidad si llegamos alguna vez a sentirnos desgraciados.
Tomarnos la vida de los demás más en serio que la nuestra es lo cristiano y lo sano. El que se encierra en sus preocupaciones y problemas se echa encima una carga abrumadora. El ombliguismo es demoledor. Darnos vuelta a nosotros mismo es mareante. Lo sano es abrir la ventana y asomarse a los problemas de los demás. Eso deja de entrar un poco de aire fresco en nuestras vidas.
No lo dudes amigo: o pasamos por la vida hermoseándola con nuestra actitud generosa , o la vida pasa por nosotros mismos aplastándonos con el fastidioso egoísmo.
– ¡No hay elección!