El que no considera lo que tiene
como la riqueza más grande, es desdichado
aunque sea dueño del mundo.
–Epicuro de Samos-
Resulta curioso observar cómo los humanos nos pasamos la vida batallando contra las circunstancias por no aceptar la naturaleza de las cosas.
Naturalmente, en verano hace calor y en invierno, frío; y nos gastamos un dineral para pasar frío (aire acondicionado) en verano, y calor (calefacción) en invierno.
Y el significado es el mismo: ¿Cuándo aprenderemos a aceptar el curso normal de los acontecimientos tal y como suceden? ¿Por qué tendemos a imaginar situaciones ideales ─que solo existen en nuestra mente─ y luego nos enfadamos, enrabietamos o deprimimos si no se cumplen? Esa falta de aceptación de la realidad es una de las bases más comunes de la infelicidad.
Y una de las cosas que nos cuesta más aceptar es la falta de salud. Cuando llega la enfermedad, nos negamos a aceptar esta realidad. Nos resistimos a entender que la salud no es tan importante como creemos para poder llevar una vida digna y feliz.
Nos vendría muy bien entrenarnos en la creencia de que la salud no es tan importante. Este entrenamiento nos serviría para:
- Reajustar nuestro sistema de valores en general. La salud es un valor, pero no el primero.
- No nos espantaría tanto la enfermedad, ni nos obsesionaríamos con la salud.
- Nos ayudaría a ser más compresivos con las limitaciones ajenas.
- Nos haría más optimista cuando nos toque enfermar.
- Nos enseñaría a ser pacientes y caritativos con los demás.
Asegura la psicología cognitiva que la salud no es esencial para la felicidad, que lo que importa es nuestra percepción subjetiva de nuestro estado de salud. Y que el hecho de encontrar la forma de valorar nuestra salud de forma positiva, incluso cuando estamos bastante enfermos, es un tributo a nuestra capacidad de adaptación a la adversidad.
Con poca o mala salud se puede ser muy feliz, y con salud se puede ser muy desgraciado. No hay que negar el valor de la salud ─y por eso debemos cuidarla─, pero no ignoremos a esas personas que estando, en plena forma física, viven con una depresión que los invita a quitarse la vida.
No es el invierno o el verano, la salud o la enfermedad, la riqueza o la pobreza lo que nos hará felices o no, todo eso influye, claro, pero es la falta de aceptación de la realidad lo que se convierte en la base de la infelicidad.