Hacer de todo una ofrenda

17/02/2023 | Por Arguments

Antonio Rojas

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catequesis

la chispa

">http://www.arguments.es/wp-content/uploads/lachispa/2023/02/Hacer-una-ofrenda-2-e1676638580638.jpg"> El sufrimiento de los males físicos y morales es la ofrenda más digna que puedes hacer a aquel que nos ha salvado sufriendo. -P. Pío de Pietrelcina-  Narciso Yepes y Marysia Szumlakowska eran un matrimonio unido por un mismo ideal: la excelencia; la mediocridad no entraba en sus planes, el conformista y ramplón ¡ya vale! no les sirvió jamás. Pero reconocían que la búsqueda de la exigencia podía caer en una exigencia perfeccionista que, en determinados momentos, era muy incómoda para los que los rodeaban, incluidos los propios hijos. No estamos hablando de un perfeccionismo obsesivo, maniático o enfermizo. No se trataba de luchar por ser el mejor en grado de competitividad, ni tampoco de una exigencia perfeccionista de tejas abajo, se trataba de ser el mejor ante Dios como respuesta responsable a los talentos recibidos. Pero Dios tiene sus caminos y, de pronto… ¡la enfermedad incurable de Narciso! Así nos lo cuenta Marysia en Amaneció de noche: «Y vino el mazazo de la enfermedad de mi amado. La situación apremiante corrió el velo de nuestros ojos para ver la cruda realidad: no estábamos preparados. No nos podíamos conformar ni con la derrota, ni con la mediocridad, ni con la pasividad de abandonar en otros, por competentes que fueran, la dirección de nuestra vida en común y, especialmente, la de Narciso que era en este caso el enfermo, la “víctima”. Entonces, juramos solemnemente salvaguardar nuestro amor y tomamos a nuestro hijo del cielo por testigo. Decidimos hacer, de todo, una ofrenda, libremente, no coaccionados. Era lo único nuestro posible, ofrenda incluso en el fondo del pozo sin fondo. Cuando nos olvidáramos de ello, también». En determinadas situaciones se puede constituir en ofrenda el poner la propia voluntad bajo la voluntad de Dios y, así, adquirir el hábito de convertir en ofrenda todo lo que el creyente hace o deja de hacer por amor a Dios. En un sentido amplio, la mejor ofrenda es la entrega del propio corazón. Hay que tener presente que nuestras ofrendas no son para «negociar» con Dios, sino una muestra de nuestra gratitud y devoción por su bondad y generosidad con nosotros. Cuando se enfocan las contrariedades y reveses de la vida con una visión de fe, se crece con las limitaciones y, a mayor disminución de facultades en el plano físico, mayor madurez en el plano espiritual. No es fácil, y lleva su tiempo, adquirir el hábito; pero intentándolo y rezándolo, se puede hacer de todo una ofrenda.

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