Ganas de crecer 2 - Ganas de crecer

Todos nacimos con alas,
pero es nuestra tarea aprender a volar.
-Anónimo-

    Del que fue prelado del Opus Dei, D. Javier Echeverría, se dice que era un hombre siempre dispuesto a crecer, nada acomodaticio, enemigo del instalarse. Un hombre acostumbrado a pelear, a soportar las incomodidades, incluso cuando el cuerpo se queda en modo espera después de una intervención quirúrgica.

En una entrevista que le hicieron a Ramón Herrando Prat de la Riba, vicario del prelado del Opus Dei en España, dice:

No tenía pereza, incluso cuando sale de una intervención quirúrgica se le ve con la misma intensidad. No había en él visos de este escepticismo del «yo ya soy mayor, dejadme de líos». Con ochenta y tantos años no se perdona nada a sí mismo. Sigue volcado con todos y a todas horas.

Era autoexigente. Ni su extensa y rica experiencia, ni las tablas adquiridas en su largo batallar, ni su condición de máxima autoridad le inclinan a acomodarse en el diván del conformismo.

Era frecuente, cuando le hacían alguna entrevista por radio para hablar de la vida de la Iglesia, al terminar la entrevista, decirles a sus colaboradores:

Si ha salido mal, lo repetimos. Que no tengan problemas en pedirlo.

Escribe Álvaro Sánchez León (En la tierra como en el cielo): «Se entrena. A pesar de que lleva muchos años concediendo entrevistas, con motivo de una más larga que le solicitado la RAI, pide hacer antes unas pruebas en casa, ensayar. Se somete amistosamente al interrogatorio de Marco y Jorge, que le sugieren alguna cosa para mejorar. Forma parte de sus ganas de crecer».

Con respecto al tema que estamos tratando, la humanidad se encuentra dividida en dos: constructores y destructores. Los destructores viven arrastrando lo que hay en su camino, no acogen, atacan; son inseguros con sus propios recursos y, por ello, se dedican a desprestigiar, a no jugar limpio, a encogerse en lugar de crecer.

Los constructores suplen con ilusión sus limitaciones y viven para ayudar a quienes se encuentran en el camino. Se saben limitados y, por ello, aman trabajar en equipo.  Su motor es la generosidad, no la envidia. Acaban siendo los verdaderos líderes.

Con el paso de los años, lo normal es que tendamos a rodearnos de alfombras de comodidad, a rehuir la acción: «¡Es que a mi edad!». Esa actitud es la que hace viejos; pero hay personas que superan esta tendencia natural a la mediocridad porque sus vidas están marcadas por unas constantes ganas de crecer, continuamente.

(Visited 4 times, 1 visits today)

Entradas relacionadas

Leave a Reply