El oficio a ninguno lleva al infierno,
el mal uso de él a todos.
-Diego de Torres Villarroel-
Montse y Marisa trabajan en la misma empresa, realizan la misma función y cobran el mismo salario. Sin embargo, oyéndolas hablar, parecería que tienen labores opuestas.
Montse, siente que le piden más trabajo del que le corresponde a nivel salarial. Entra en la oficina de mala gana, porque piensa que la explotan, y se marcha cansada y desalentada.
Marisa, en cambio, disfruta teniendo un trabajo fijo y el salario suficiente para pagar sus gastos; y aún ahorra un poco todos los meses. Cada nuevo encargo laboral se lo toma como un reto personal, y da lo mejor que tiene para conseguir lo que le piden. Llega a la oficina deseosa de comenzar el día y se marcha feliz a casa sintiéndose bien por lo que ha logrado.
Cuando la empresa, siguiendo el plan de calidad, hace una evaluación de los empleados, la positiva Marisa es ascendida; por el contrario, la pesimista Montse, es despedida a causa de su deficiente evaluación.
Hay un principio psicológico laboral que dice que, aunque no puedas escoger el trabajo, siempre puedes elegir cómo lo vas a hacer.
Una parte importante de los elementos que componen nuestra personalidad tienen que ver con aquello que reforzamos mental y emocionalmente. Si experimentamos congoja, es fácil dejarnos llevar del desasosiego y quedar atrapados en un círculo de negatividad.
Los pensamientos y sentimientos negativos, cuando se apoderan de nosotros y se convierten en hábitos, empiezan a afectarnos e incluso acaban controlando nuestras vidas.
Lo bueno es que también funciona en sentido contrario, porque cuando, a base de insistir, conseguimos un enfoque positivo, entonces somos bienvenidos a donde quiera que vayamos.
Cada día al ir al trabajo llevamos una actitud. Se puede ir de malhumor y tener un día deprimente, mostrándonos antipáticos e irritables, o podemos llegar con una actitud alegre y desenfadada y pasar un día fantástico.
Evidentemente, no todos los días nacen soleados, pero el «sol» en este caso, depende del buen o mal uso que hagamos de nuestro estado de ánimo.