No vales por un título.
Vales por lo que eres capaz
de hacer con lo que sabes.
-Raúl Manuel-
El estadounidense Stephen Covey, licenciado, escritor y conferenciante (1932-2012) escribió La ley de la granja, una forma pedagógica de hablar de la ley de causa y efecto, es decir, que todo efecto requiere una causa y que, para cambiar los efectos, debemos modificar las causas.
Él dice: «Hay que ordeñar las vacas todos los días. Hay que hacer otras cosas en determinada estación del año según los ciclos naturales. Más allá de las buenas intenciones, cuando se violan estas leyes, luego se sufren las consecuencias lógicas.
Si quiero recoger la cosecha, debo preparar la tierra, sembrar la semilla, cultivarla, desbrozarla y regarla. Lo mismo rige para el matrimonio o para ayudar a un adolescente a superar una difícil crisis de identidad: no hay soluciones instantáneas ni fórmulas para el éxito inmediato.
Rige la ley de la cosecha. Las leyes naturales y los principios actúan con independencia de nosotros. Ponga usted, pues, esos principios de la agricultura en la base de su vida y sus relaciones. Si lo hace, su disposición mental cambiará de ser una mentalidad de escasez, a una de abundancia».
Una primera conclusión práctica es evidente: el holgazanear, el dejarlo todo para última hora, el «con un cinco tengo suficiente», no funciona en una granja y tampoco funcionará en la vida, aunque, a veces, puedan darse algunas excepciones, pero son eso: excepciones.
Porque, ¿podemos, acaso, pasarnos varios días sin ordeñar la vaca y luego, en un arrancón, ordeñarla de prisa y corriendo y sacar toda la leche que no hemos sacado durante esos días?, ¿podremos cosechar en otoño si no hemos sembrado en primavera? Dan risa estos enfoques en agricultura, pero luego, en otros aspectos de la vida, sí actuamos así. Y, claro, lo normal es que fracasemos.
La Ley de la granja también es aplicable al comportamiento humano. Ahí también rige la ley de la cosecha. Las leyes naturales, los principios, tienen su propia dinámica y actúan al margen de nuestro comportamiento, por eso, lo inteligente es saber que las relaciones personales también actúan como procesos naturales: para cosechar un efecto, siembra la causa correspondiente.
No nos engañemos. No hay fórmulas mágicas. Si queremos recoger, primero tenemos que preparar la tierra, luego sembrar, regar, quitar las malas hierbas, y recolectar. No hay atajos. No hay magia para resolver milagrosamente los problemas. El camino seguro y eficaz es el de la ley de la granja.