Diario desde NYC (VIII). Dios no juega a los dados.

01/11/2013 | Por Arguments

">https://www.arguments.es/wp-content/uploads/culturadelavida/2013/10/20131018-070802.jpg">20131018-070802.jpgSu destino estaba escrito en tres folios. Sin esperarlo, una de esas hojas se tiñó de esperanza: aquel número de teléfono cambió el devenir de su historia. Cuando Christine -nombre ficticio para preservar su intimidad-, una joven de 24 años, comprobó que estaba embarazada, se acercó a uno de nuestros centros con intención de abortar. Su pareja le había abandonado y, aunque contaba con el apoyo de su familia, la situación económica en casa no era fácil. A pesar de querer poner fin al embarazo, en más de una ocasión vi cómo, de forma inconsciente, colocaba la mano sobre su vientre. A veces la vida nos plantea situaciones que no entendemos. Era el caso de Christine. Las circunstancias de las chicas que vienen a nuestros centros son, por lo general, muy complicadas. Esto hace que vean en el aborto su única salida. Sin embargo, conseguimos que muchas de ellas acaben aferrándose a esas personas que van a darles fuerza y ganas de seguir adelante: sus propios hijos. Durante el tiempo que estuvimos hablando, Christine fue desenterrando recuerdos, afectos y sentimientos que le hicieron reconsiderar la idea de abortar. Hasta ahora, nunca había esperado un hijo. Sin embargo, la sombra del aborto siempre ha estado presente en su vida. Años atrás, su madre abortó al primero de sus hijos y su hermana, dos años menor que ella, hizo lo mismo hace unos meses. Después de poner fin a su primer embarazo, la madre de Christine cayó en depresión. Sola y sin nadie que le consolara, le vino a la mente la imagen de su Madre, María. Esto no solo hizo que recuperara la paz; también recuperó la Fe perdida hacía mucho tiempo, volvió a tener esperanza para salir adelante y se supo perdonada. En agradecimiento, su segunda hija fue bautizada como María. Dentro de seis meses, habrá otra María en la familia de Christine. Después de hablar con ella y plantearle alternativas al aborto, decidió que daría a su hija la oportunidad de vivir. Igual que hizo su madre, le va a llamar María. Einstein señaló una vez que “el azar no existe, Dios no juega a los dados”. Cuando Christine decidió poner fin a su embarazo, imprimió un listado de 30 clínicas abortistas. Sin saber por qué, marcó el último teléfono de la lista, el nuestro, el del único centro donde no iba a poder abortar. Ese día, aquel número marcado “al azar” cambió muchas vidas, empezando por la suya.

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