Menos es más

07/04/2017 | Por Arguments

Antonio Rojas

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catequesis

la chispa

">http://www.arguments.es/wp-content/uploads/lachispa/2017/04/menos-es-más-e1491559139902.jpg"> Los hombres grandes son sencillos, los mediocres ampulosos. -Jaime L. Balmes- Cuenta Jean de La Fontaine en su fábula el ratón cortesano y el campestre: Invitó el ratón cortesano al campestre con mucha cortesía a un banquete de huesos de exquisitos pajarillos. Sirviendo de mantel un tapiz de Turquía, fácil es comprender la vida regalada de los dos amigos. Pero alguien turbó el festín en el mejor momento. En la puerta de la sala oyeron de pronto un ruido: huye el ratón cortesano seguido de su compañero. Cesa el ruido; se va la gente; vuelven a la carga los ratones. Y dice el ratón ciudadano: terminemos el banquete.           ?No, basta ?respondió el rústico?, ven mañana a mis dominios, aunque no presumo de dar en ellos vuestros festines de rey; pero nadie me interrumpe, pudiendo comer tranquilo. ¡Adiós, amigo!¡Poco vale el placer cuando el temor lo amarga! La sobriedad lleva a vivir templadamente en la vida cotidiana. En una sociedad tan ostentosa como la nuestra, se trata de vivir sobriamente, sin excesos, en los momentos ordinarios y en los extraordinarios: una fiesta, una boda, etc. Una sana austeridad, y más si hablamos de sobriedad cristiana, es incompatible con la sola ambición de bienes superfluos e, incluso, con la inquieta solicitud por los necesarios. Un aspecto de la parquedad cristiana se refiere al uso del dinero. Hay cosas que son objetivamente lujosas y desdicen de un creyente. El prescindir de esas comodidades, lujos o caprichos chocará quizá con el ambiente, pero puede ser en no pocas ocasiones el medio que utilice el Señor para que muchas personas se sientan movidas a salir de su aburguesamiento. Los gastos motivados por los caprichos encogen los mejores anhelos del corazón y lo abajan a ras de tierra incapacitándolo para levantar el vuelo hacia los valores que espiritualizan. Una persona así se iría incapacitando incluso para entender que existen otros bienes superiores a los del cuerpo, a los de los sentidos. Parece que en nuestra sociedad pocos saben ya vivir con sencillez; tenemos demasiados bienes materiales, demasiadas ocupaciones, tentaciones, alimentos...; las sirenas de la sociedad de consumo, cada vez más voraces, nos empujan a malgastar, a destruir. Hay que recuperar la sencillez, quitar cosas que estorban para poder ver con perspectiva más profunda. La opulencia no aporta ni gracia ni elegancia. Encarcela el alma y la destruye. Debemos cerrar los oídos a las sirenas del consumo y potenciar la sencillez que disfruta con lo necesario, para abrir camino a lo esencial y a la quintaesencia de las cosas. Y, para los que somos creyentes, la enseñanza del Camino de Jesús es clara: menos es más, porque el que más tiene no es quien todo lo posee, sino el que menos necesita.  

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